El otro día mientras tomaba un café en el restaurante donde
trabajo, mi jefa me dijo que saliese un segundo hacia fuera ya que guardaba una
sorpresa para mi. Caminé hacia el parking y me encuentro un BMW Z4 3.0i. Me invitó a montarme y disfrutarlo.
Este nuevo modelo fue
el lavado de cara del antiguo Z3 aportándole más sensaciones, más expresividad y dos cilindros extras, sin embargo continua con la linea característica de los Z.
Su propulsor de tres litros atmosféricos repartidos en 6
cilindros en línea longitudinal desarrolla a 5.900 r.p.m. 231cv y de 0-100 en 5.9 segundos, más que
suficiente para tener la diversión garantizada, pudiéndose acentuar si presiona el botón SPORT y acciona el cambio secuencial.
Las sensaciones son tan ciertas como BMW anunció cuando el modelo salió al mercado: silencioso, sin vibraciones, suave y sabe enseñar dientes cuando menos te lo esperes, aunque si hablamos de sacudida y pegarte al asiento cuando clavas el acelerador, no es de los mejores en ese aspecto.
Tengo que aportar que es buen coche pero no lo veo resaltando por la calle, no lo veo exclusivo, aun gozando de una física exterior bastante característica y deportiva, su interior declara ser neutro y poco llamativo, dos extremos que no concuerdan. En cambio este modelo goza unos asientos que envuelven bien el torso sin dejarte margen de movimiento en situaciones de conducción extrema. El verano será por fin eterno gracias a sus asientos calefactables, donde podrás disfrutar del placer a cielo abierto en cualquier momento que se le antoje
En fin, un buen cabriolet que podría ser de alta gama, pero tendrá que quedarse en gama media por falta de acorde en su interior. Sin embargo merece la pena por su buen ajuste económico.
Juan Sánchez Guzmán
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